¿Es posible encontrar arte en algo que la mayoría considera vulgar, obsceno e incluso atroz? A lo largo de la Historia, los artistas siempre han tratado de romper barreras y ubicar sus obras más allá de los conceptos estéticos de su época. Si no hubiera sido por el surrealismo, por el vanguardismo, seguramente hoy no tendríamos el arte moderno. Los cánones estéticos son claros y llevan siglos presentes en las obras de arte, pero tan importante es conocerlos como saber cuándo saltárselos. Y es que de lo contrario, los cánones se convierten en dictaduras de lo estético, frente a las que el artista solo encuentra represión. ¿Acaso solo hay una forma de ver algo como bello? Algunas voces afirmaban, no sin razón, que de hecho la belleza no estaba en aquello que resulta hermoso, sino en los ojos que lo miran. Es una cualidad subjetiva del observador, aunque en ocasiones, la unanimidad hace que algo sea considerado bello por la mayoría, y entendido como tal por todos.
Pocos osarían afirmar que un cuadro de Da Vinci o una escultura de Miguel Ángel no son bellas. Los maestros del Renacimiento entendieron y abrazaron los cánones estéticos clásicos, trayéndolos de vuelta y marcando un punto de inflexión indiscutible en la historia del Arte. Es como si todo lo bello ahora tuviera que parecerse a lo que ellos han creado, cuando en realidad no tiene por qué ser así. Siglos más tarde, algunos artistas entendieron que también había belleza lejos de esos cánones. Que podía encontrarse en la soledad, en la oscuridad e incluso en la muerte. En todo lo que nos parece feo o negativo en un primer momento. Porque no se trata solo de embelesar, y el arte también debe provocar emociones. Esto es algo que ya viene de lejos, con aquellos cuadros enfocados en representar el infierno, los demonios o los espíritus oscuros en la Edad Media. La estética va cambiando según la época, y en los medios audiovisuales actuales esto es aún más llamativo. La estética de los años 80 es muy definida y no tiene absolutamente nada que ver con la actual. Ni siquiera en el porno, que también sucumbe a modas y busca su propio estilo estético.
La pornografía elegante existe
Para la gran mayoría, el porno es solo una sucesión de escenas explícitas de sexo, grabadas con el único fin de excitar y levantar el deseo del espectador, mayoritariamente masculino. Muchos se llevarían las manos a la cabeza solo por afirmar que el porno también es arte, ya que lo incluirían en una versión mucho menos “elegante” de la cultura, el entretenimiento. No hay belleza en el porno porque los que crean estas películas no la buscan. Solo quieren enaltecer los deseos básicos y morbosos de los espectadores, y para ello no hace falta tener en cuenta el tipo de plano a rodar. ¿O tal vez sí? El porno es una industria en la que los beneficios están por encima de todo. Si se puede rodar una escena en unas horas, con un equipo básico, se hará de esa manera. Lo importante es llegar lo antes posible al límite marcado de ganancias.
Pero como en el resto del arte, también hay directores que quieren ir más allá, creadores que no se conforman solo con lo que cualquier puede hacer cámara en mano. Obsesionados con la estética, entienden que el sexo es, de hecho, una forma sublime de mostrar la belleza en su grado más instintivo. Dos cuerpos desnudos que se devoran y se entregan a un placer desatado. Un concepto brutal y con mucha fuerza que puede ser aprovechado, en las condiciones adecuadas, para crear algo realmente increíble y hermoso. Una buena cámara, la luz correcta, el lugar adecuado… Y en manos de un buen director que sepa lo que está haciendo, una escena porno no tendrá nada que envidiar a cualquier película indie con ínfulas.
Directores comerciales que ruedan porno
Volviendo a las referencias de los griegos clásicos, allí entendían que la dualidad más poderosa en el ser humano era la del sexo y la muerte. El Eros y el Tánatos, que contaban con una conexión distinta a todas las demás, y que fluía también a través del arte. El Eros, palabra que significaba amor y sensualidad y que ha dado pie a otras como erotismo, es un valor muy potente para la creación artística. Pero igual que el Tánatos, la muerte, supone un tabú para muchas personas, que no se atreven a hablar abiertamente de estos temas. Expresarlos a través del arte ayuda a comprenderlos, a asimilarlos de una mejor manera. Por eso son muchos los artistas que se han interesado en el Eros, llevándolo un paso más allá en películas comerciales donde el sexo no es una excusa, sino un fin.
En los últimos tiempos, muchos directores comerciales han querido probar suerte con películas que podrían ser calificadas como pornográficas, por su contenido explícito. Gaspar Noé, Gus Van Sant, Lars Von Trier… Todos ellos han participado en numerosos festivales, han estrenado films comerciales en todo el mundo, y han sentido una especial fascinación por el morbo y el sexo. En películas como Nimphomaniac o Love encontramos ejemplos de sexo real y explícito en pantalla, solo que rodeado de algo importante: la historia. Estos directores no se olvidan de dar un contenido dramático a sus películas, además de buscar una estética que ayude a empujar hacia adelante la trama. Es cine explícito, al fin y al cabo, pero elegante y bien rodado, con fondo, con historia. ¿Es eso lo que acerca al porno al arte? ¿Es la parte visual o todo lo que lo rodea?
El arte estético del encuentro sexual
El encuentro sexual es una de las formas más íntimas, pero también más básicas de conexión, que el ser humano posee. Siempre se repite aquello de que nuestra especie nace, crece, se reproduce y muere. Estamos en el planeta para dejar nuestra semilla, para imponer nuestros genes en las nuevas generaciones. El encuentro sexual, en este siglo XXI, ya no tiene tanto que ver con la concepción como con la diversión, con la búsqueda del placer sexual en sí mismo. En la era de Tinder, echar un polvo es poco más que poner una lavadora, para bien y para mal. Pero sigue habiendo una fuerza descomunal en ese tipo de encuentros, una conexión que llevada al arte, puede generar muchas emociones.
El porno, sin embargo, suele centrarse solo en una de ellas: el deseo. Sublimar esa lujuria que para algunos es pecado, pero para otros es liberación, y que nace en la visión de este tipo de películas, para nuestro propio placer. Cuanto más explícito, mejor, parecen pensar los directores. Los espectadores masculinos siguen siendo mayoría en este tipo de cine, y lo que buscan es algo directo, intenso, sin preocuparse de si está mejor o peor rodado. Pero las cosas están cambiando, y el porno de calidad, elegante y cuidado, está empezando a llamarla atención. Productoras como Blacked, Vixen o New Sensations están demostrando que puede hacerse un porno diferente, glamouroso y con mucho estilo. Esa elegancia se transmite, más allá del propio sexo explícito, y llega a los espectadores. Se trata de una estética propia y muy especial, pero estética al fin y al cabo.