No -amigos míos, apóstoles de la restauración del teatro catalán-, la cuestión no está entre la alpargata y la botina… -Precisamente, la democracia, en todos los países, ha demostrado cierta predilección por las botines de botones, unicolors, bicolors o policromes -por las botines de cartera-, por las que un tiempo se denominaron “polaques”. No. Todo al contrario.
Estado de aristocracia es, precisamente, aquel en el cual desaparece toda distinción entre botina y alpargata. Arte aristocrático es aquel en el cual toda distinción entre botina y alpargata pierde absolutamente el sentido. Tenéis: por mí lo más refinado, el más aristocrático entre los artistas catalanes, ¿nunca diríais quién es?
No es el poeta parnassià, quién nos habló de las gracias emperrucades de Versalles y de los cisnes enfermos de la corte de Baviera. No es lo prosista sumptuós, quien decora los paraísos artificiales y denomina drogas caras. No es el amigo respetable y amable, el amador docto de las humanidades, quienes, habiendo sido cónsul, se hace la ilusión de conocer el mundo diplomático. El más refinado, el más aristocrático de los artistas catalanes fue Pep Ventura, el de las sardanas.